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Federico García Lorca en La casa de Bernarda AlbaLearning

Federico García Lorca

"La casa de Bernarda Alba"

ACTO III

Biografía de Federico García Lorca en Wikipedia

 
 
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La casa de Bernarda Alba
OBRAS DEL AUTOR
Drama

La casa de Bernarda Alba:

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Acto III

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La casada infiel
Largo espectro
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Romance de la pena negra
Romance sonámbulo
Si mis manos pudieran
Si tú..
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Acto III >>>

ACTO TERCERO

Cuatro paredes blancas ligeramente azuladas del patio interior de la casa de Bernarda. Es de noche. El decorado ha de ser de tina perfecta simplicidad. Las puertas iluminadas por la luz de los interiores dan un tenue fulgor a la escena

En el centro, una mesa con un quinqué, donde están comiendo BERNARDA y sus HIJAS. LA PONCIA las sirve. PRUDENCIA está sentada aparte

Al levantarse el telón hay un gran silencio, interrumpido por el ruido de platos y cubiertos

 

PRUDENCIA

Ya me voy. Os he hecho una visita larga. (Se levanta.)

BERNARDA

Espérate, mujer. No nos vemos nunca.

PRUDENCIA

¿Han dado el último toque para el rosario?

LA PONCIA

Todavía no. (PRUDENCIA se sienta.)

BERNARDA

¿Y tu marido cómo sigue?

PRUDENCIA

Igual.

BERNARDA

Tampoco lo vemos.

PRUDENCIA

Ya sabes sus costumbres. Desde que se peleó con sus hermanos por la herencia no ha salido por la puerta de la calle. Pone una escalera y salta las tapias y el corral.

BERNARDA

Es un verdadero hombre. ¿Y con tu hija?

PRUDENCIA

No la ha perdonado.

BERNARDA

Hace bien.

PRUDENCIA

No sé qué te diga. Yo sufro por esto.

BERNARDA

Una hija que desobedece deja de ser hija para convertirse en una enemiga.

PRUDENCIA

Yo dejo que el agua corra. No me queda más consuelo que refugiarme en la iglesia, pero como me estoy quedando sin vista tendré que dejar de venir para que no jueguen con una los chiquillos. (Se oye un gran golpe dado en los muros.) ¿Qué es eso?

BERNARDA

El caballo garañón, que está encerrado y da coces contra el muro. (A voces.) ¡Trabadlo y que salga al corral! (En voz baja.) Debe tener calor.

PRUDENCIA

¿Vais a echarle las potras nuevas?

BERNARDA

Al amanecer.

PRUDENCIA

Has sabido acrecentar tu ganado.

BERNARDA

A fuerza de dinero y sinsabores.

LA PONCIA

(Interrumpiendo)

Pero tiene la mejor manada de estos contornos. Es una lástima que esté bajo de precio.

BERNARDA

¿Quieres un poco de queso y miel?

PRUDENCIA

Estoy desganada.

(Se oye otra vez el golpe.)

BERNARDA

(Levantándose furiosa)

¿Hay que decir las cosas dos veces? ¡Echadlo que se revuelque en los montones de paja! (Pausa, y como hablando con los gañanes.) Pues encerrad las potras en la cuadra, pero dejadlo libre, no sea que nos eche abajo las paredes. (Se dirige a la mesa y se sienta otra vez.) ¡Ay, qué vida!

PRUDENCIA

Bregando como un hombre.

BERNARDA

Así es. (ADELA se levanta de la mesa.) ¿Dónde vas?

ADELA

A beber agua.

BERNARDA

(En voz alta)

Trae un jarro de agua fresca. (A ADELA.) Puedes sentarte. (ADELA se sienta.)

PRUDENCIA

Y Angustias, ¿cuándo se casa?

BERNARDA

Vienen a pedirla dentro de tres días.

PRUDENCIA

¡Estarás contenta!

ANGUSTIAS

¡Claro!

AMELIA

(A MAGDALENA)

Ya has derramado la sal.

MAGDALENA

Peor suerte que tienes no vas a tener. AMELIA Siempre trae mala sombra.

BERNARDA

¡Vamos!

PRUDENCIA

(A ANGUSTIAS)

¿Te ha regalado ya el anillo?

ANGUSTIAS

Mírelo usted. (Se lo alarga.)

PRUDENCIA

Es precioso. Tres perlas. En mi tiempo las perlas significaban lágrimas.

ANGUSTIAS

Pero ya las cosas han cambiado.

ADELA

Yo creo que no. Las cosas significan siempre lo mismo. Los anillos de pedida deben ser de diamantes.

PRUDENCIA

Es más propio.

BERNARDA

Con perlas o sin ellas, las cosas son como uno se las propone.

MARTIRIO

O como Dios dispone.

PRUDENCIA

Los muebles me han dicho que son preciosos.

BERNARDA

Dieciséis mil reales he gastado.

LA PONCIA

(Interviniendo)

Lo mejor es el armario de luna.

PRUDENCIA

Nunca vi un mueble de éstos.

BERNARDA

Nosotras tuvimos arca.

PRUDENCIA

Lo preciso es que todo sea para bien.

ADELA

Que nunca se sabe.

BERNARDA

No hay motivo para que no lo sea.

(Se oyen lejanísimas unas campanas.)

PRUDENCIA

El último toque. (A ANGUSTIAS.) Ya vendré a que me enseñes la ropa.

ANGUSTIAS

Cuando usted quiera.

PRUDENCIA

Buenas noches nos dé Dios.

BERNARDA

Adiós, Prudencia.

LAS CINCO A LA VEZ

Vaya usted con Dios.

(Pausa. Sale PRUDENCIA.)

BERNARDA

Ya hemos comido. (Se levantan.)

ADELA

Voy a llegarme hasta el portón para estirar las piernas y tomar un poco de fresco.

(MAGDALENA se sienta en una silla baja retrepada contra la pared.)

AMELIA

Yo voy contigo.

MARTIRIO

Y yo.

ADELA

(Con odio contenido)

No me voy a perder.

AMELIA

La noche quiere compaña. (Salen.)

(BERNARDA se sienta y ANGUSTIAS está arreglando la mesa.)

BERNARDA

Ya te he dicho que quiero que hables con tu hermana Martirio. Lo que pasó del retrato fue una broma y lo debes olvidar.

ANGUSTIAS

Usted sabe que ella no me quiere.

BERNARDA

Cada uno sabe lo que piensa por dentro. Yo no me meto en los corazones, pero quiero buena fachada y armonía familiar. ¿Lo entiendes?

ANGUSTIAS

Sí.

BERNARDA

Pues ya está.

MAGDALENA

(Casi dormida)

Además, ¡si te vas a ir antes de nada! (Se duerme.)

ANGUSTIAS

Tarde me parece.

BERNARDA

¿A qué hora terminaste anoche de hablar?

ANGUSTIAS

A las doce y media.

BERNARDA

¿Qué cuenta Pepe?

ANGUSTIAS

Yo lo encuentro distraído. Me habla siempre como pensando en otra cosa. Si le pregunto qué le pasa, me contesta: «Los hombres tenemos nuestras preocupaciones.»

BERNARDA

No le debes preguntar. Y cuando te cases, menos. Habla si él habla y míralo cuando te mire. Así no tendrás disgustos.

ANGUSTIAS

Yo creo, madre, que él me oculta muchas cosas.

BERNARDA

No procures descubrirlas, no le preguntes y, desde luego, que no te vea llorar jamás.

ANGUSTIAS

Debía estar contenta y no lo estoy.

BERNARDA

Eso es lo mismo.

ANGUSTIAS

Muchas veces miro a Pepe con mucha fijeza y se me borra a través de los hierros, como si lo tapara una nube de polvo de las que levantan los rebaños.

BERNARDA

Eso son cosas de debilidad.

ANGUSTIAS

¡Ojalá!

BERNARDA

¿Viene esta noche?

ANGUSTIAS

No. Fue con su madre a la capital.

BERNARDA

Así nos acostaremos antes. ¡Magdalena!

ANGUSTIAS

Está dormida.

(Entran ADELA, MARTIRIO y AMELIA.)

AMELIA

¡Qué noche más oscura!

ADELA

No se ve a dos pasos de distancia.

MARTIRIO

Una buena noche para ladrones, para el que necesita escondrijo.

ADELA

El caballo garañón estaba en el centro del corral ¡blanco! Doble de grande, llenando todo lo oscuro.

AMELIA

Es verdad. Daba miedo. Parecía una aparición.

ADELA

Tiene el cielo unas estrellas como puños.

MARTIRIO

Esta se puso a mirarlas de modo que se iba a tronchar el cuello.

ADELA

¿Es que no te gustan a ti?

MARTIRIO

A mí las cosas de tejas arriba no me importan nada. Con lo que pasa dentro de las habitaciones tengo bastante.

ADELA

Así te va a ti.

BERNARDA

A ella le va en lo suyo como a ti en lo tuyo.

ANGUSTIAS

Buenas noches.

ADELA

¿Ya te acuestas?

ANGUSTIAS

Sí. Esta noche no viene Pepe. (Sale.)

ADELA

Madre, ¿por qué cuando se corre una estrella o luce un relámpago se dice:

Santa Bárbara bendita,

que en el cielo estás escrita

con papel y agua bendita?

BERNARDA

Los antiguos sabían muchas cosas que hemos olvidado.

AMELIA

Yo cierro los ojos para no verlas.

ADELA

Yo, no. A mí me gusta ver correr lleno de lumbre lo que está quieto y quieto años enteros.

MARTIRIO

Pero estas cosas nada tienen que ver con nosotros.

BERNARDA

Y es mejor no pensar en ellas.

ADELA

¡Qué noche más hermosa! Me gustaría quedarme hasta muy tarde para disfrutar el fresco del campo.

BERNARDA

Pero hay que acostarse. ¡Magdalena!

AMELIA

Está en el primer sueño.

BERNARDA

¡Magdalena!

MAGDALENA

(Disgustada)

¡Déjame en paz!

BERNARDA

¡A la cama!

MAGDALENA

(Levantándose malhumorada)

¡No la dejáis a una tranquila! (Se va refunfuñando.)

AMELIA

Buenas noches. (Se va.)

BERNARDA

Andar vosotras también.

MARTIRIO

¿Cómo es que esta noche no viene el novio de Angustias?

BERNARDA

Fue de viaje.

MARTIRIO

(Mirando a ADELA)

¡Ah!

ADELA

Hasta mañana. (Sale.)

(MARTIRIO bebe agua y sale lentamente, mirando luida la puerta del corral.)

LA PONCIA

(Saliendo)

¿Estás todavía aquí?

BERNARDA

Disfrutando este silencio y sin lograr ver por parte alguna «la cosa tan grande» que aquí pasa, según tú.

LA PONCIA

Bernarda, dejemos esa conversación.

BERNARDA

En esta casa no hay ni un sí ni un no. Mi vigilancia lo puede todo.

LA PONCIA

No pasa nada por fuera. Eso es verdad. Tus hijas están y viven como metidas en alacenas. Pero ni tú ni nadie puede vigilar por el interior de los pechos.

BERNARDA

Mis hijas tienen la respiración tranquila.

LA PONCIA

Eso te importa a ti, que eres su madre. A mí, con servir tu casa tengo bastante.

BERNARDA

Ahora te has vuelto callada.

LA PONCIA

Me estoy en mi sitio, y en paz.

BERNARDA

Lo que pasa es que no tienes nada que decir. Si en esta casa hubiera hierbas ya te encargarías de traer a pastar las ovejas del vecindario.

LA PONCIA

Yo tapo más de lo que te figuras.

BERNARDA

¿Sigue tu hijo viendo a Pepe a las cuatro de la mañana? ¿Siguen diciendo todavía la mala letanía de esta casa?

LA PONCIA

No dicen nada.

BERNARDA

Porque no pueden. Porque no hay carne donde morder. A la vigilancia de mis ojos se debe esto.

LA PONCIA

Bernarda, yo no quiero hablar porque temo tus intenciones. Pero no estés segura.

BERNARDA

¡Segurísima!

LA PONCIA

A lo mejor, de pronto, cae un rayo. A lo mejor, de pronto, un golpe te para el corazón.

BERNARDA

Aquí no pasa nada. Ya estoy alerta contra tus suposiciones.

LA PONCIA

Pues mejor para ti.

BERNARDA

¡No faltaba más!

CRIADA

(Entrando)

Ya terminé de fregar los platos. ¿Manda usted algo, Bernarda?

BERNARDA

(Levantándose)

Nada. Voy a descansar.

LA PONCIA

¿A qué hora quieres que te llame?

BERNARDA

A ninguna. Esta noche voy a dormir bien. (Se va.)

LA PONCIA

Cuando una no puede con el mar lo más fácil es volver las espaldas para no verlo.

CRIADA

Es tan orgullosa que ella misma se pone una venda en los ojos.

LA PONCIA

Yo no puedo hacer nada. Quise atajar las cosas, pero ya me asustan demasiado. ¿Tú ves este silencio? Pues hay una tormenta en cada cuarto. El día que estallen nos barrerán a todos. Yo he dicho lo que tenía que decir.

CRIADA

Bernarda cree que nadie puede con ella y no sabe la fuerza que tiene un hombre entre mujeres solas.

LA PONCIA

No es toda la culpa de Pepe el Romano. Es verdad que el año pasado anduvo detrás de Adela y ésta estaba loca por él, pero ella debió estarse en su sitio y no provocarlo. Un hombre es un hombre.

CRIADA

Hay quien cree que habló muchas veces con Adela.

LA PONCIA

Es verdad. (En voz baja.) Y otras cosas.

CRIADA

No sé lo que va a pasar aquí.

LA PONCIA

A mí me gustaría cruzar el mar y dejar esta casa de guerra.

CRIADA

Bernarda está aligerando la boda y es posible que nada pase.

LA PONCIA

Las cosas se han puesto ya demasiado maduras. Adela está decidida a lo que sea y las demás vigilan sin descanso.

CRIADA

¿Y Martirio también?

LA PONCIA

Ésa es la peor. Es un pozo de veneno. Ve que el Romano no es para ella y hundiría el mundo si estuviera en su mano.

CRIADA

¡Es que son malas!

LA PONCIA

Son mujeres sin hombre, nada más. En estas cuestiones se olvida hasta la sangre. ¡Chisss! (Escucha.)

CRIADA

¿Qué pasa?

LA PONCIA

(Se levanta)

Están ladrando los perros.

CRIADA

Debe haber pasado alguien por el portón.

(Sale ADELA en enaguas blancas y corpiño.)

LA PONCIA

¿No te habías acostado?

ADELA

Voy a beber agua. (Bebe en un vaso de la mesa.)

LA PONCIA

Yo te suponía dormida.

ADELA

Me despertó la sed. Y vosotras, ¿no descansáis?

CRIADA

Ahora.

(Sale ADELA.)

LA PONCIA

Vámonos.

CRIADA

Ganado tenemos el sueño. Bernarda no me deja descansar en todo el día.

LA PONCIA

Llévate la luz.

CRIADA

Los perros están como locos.

LA PONCIA

No nos van a dejar dormir. (Salen.)

(La escena queda casi a oscuras. Sale MARÍA JOSEFA con una oveja en los brazos.)

MARÍA JOSEFA

Ovejita, niño mío,

vámonos a la orilla del mar.

La hormiguita estará en su puerta, yo te daré la teta y el pan.

Bernarda,

cara de leoparda.

Magdalena,

cara de hiena.

¡Ovejita!

Meee, meeee.

Vamos a los ramos del portal de Belén.

Ni tú ni yo queremos dormir;

la puerta sola se abrirá

y en la playa nos meteremos

en una choza de coral.

Bernarda,

cara de leoparda.

Magdalena,

cara de hiena.

¡Ovejita!

Meee, meeee.

Vamos a los ramos del portal de Belén. (Se va cantando.)

(Entra ADELA. Mira a un lado y otro con sigilo y desaparece por la puerta del corral. Sale MARTIRIO por otra puerta y queda en angustioso acecho en el centro de la escena. También va en enaguas. Se cubre con un pequeño mantón negro de talle. Sale por enfrente de ella MARÍA JOSEFA.)

MARTIRIO

Abuela, ¿dónde va usted?

MARÍA JOSEFA

¿Vas a abrirme la puerta? ¿Quién eres tú?

MARTIRIO

¿Cómo está aquí?

MARÍA JOSEFA

Me escapé. ¿Tú quién eres?

MARTIRIO

Vaya a acostarse.

MARÍA JOSEFA

Tú eres Martirio, ya te veo. Martirio, cara de Martirio. ¿Y cuándo vas a tener un niño? Yo he tenido este.

MARTIRIO

¿Dónde cogió esa oveja?

MARÍA JOSEFA

Ya sé que es una oveja. Pero ¿por qué una oveja no va a ser un niño? Mejor es tener una oveja que no tener nada. Bernarda, cara de leoparda. Magdalena, cara de hiena.

MARTIRIO

No dé voces.

MARÍA JOSEFA

Es verdad. Está todo muy oscuro. Como tengo el pelo blanco crees que no puedo tener crías, y sí, crías y crías y crías. Este niño tendrá el pelo blanco y tendrá otro niño y éste otro, y todos con el pelo de nieve, seremos como las olas, una y otra y otra. Luego nos sentaremos todos y todos tendremos el cabello blanco y seremos espuma. ¿Poiqué aquí no hay espumas? Aquí no hay más que mantos de luto.

MARTIRIO

Calle, calle.

MARÍA JOSEFA

Cuando mi vecina tenía un niño yo le llevaba chocolate y luego ella me lo traía a mí y así siempre, siempre, siempre. Tú tendrás el pelo blanco, pero no vendrán las vecinas. Yo tengo que marcharme, pero tengo miedo que los perros me muerdan. ¿Me acompañarás tú a salir al campo? Yo quiero campo. Yo quiero casas, pero casas abiertas y las vecinas acostadas en sus camas con sus niños chiquitos y los hombres fuera sentados en sus sillas. Pepe el Romano es un gigante. Todas lo queréis. Pero él os va a devorar porque vosotras sois granos de trigo. No granos de trigo. ¡Ranas sin lengua!

MARTIRIO

Vamos. Váyase a la cama. (La empuja.)

MARÍA JOSEFA

Sí, pero luego tú me abrirás, ¿verdad?

MARTIRIO

De seguro.

MARÍA JOSEFA

(Llorando)

Ovejita, niño mío,

vámonos a la orilla del mar.

La hormiguita estará en su puerta,

yo te daré la teta y el pan.

(MARTIRIO cierra la puerta por donde ha salido MARÍA JOSEFA y se dirige a la puerta del corral. Allí vacila, pero avanza dos pasos más.)

MARTIRIO

(En voz baja)

Adela. (Pausa. Avanza hasta la misma puerta. En voz alta.) ¡Adela!

(Aparece ADELA. Viene un poco despeinada.)

ADELA

¿Por qué me buscas?

MARTIRIO

¡Deja a ese hombre!

ADELA

¿Quién eres tú para decírmelo?

MARTIRIO

No es ese el sitio de una mujer honrada.

ADELA

¡Con qué ganas te has quedado de ocuparlo!

MARTIRIO

(En voz alta)

Ha llegado el momento de que yo hable. Esto no puede seguir así.

ADELA

Esto no es más que el comienzo. He tenido fuerza para adelantarme. El brío y el mérito que tú no tienes. He visto la muerte debajo de estos techos y he salido a buscar lo que era mío, lo que me pertenecía.

MARTIRIO

Ese hombre sin alma vino por otra. Tú te has atravesado.

ADELA

Vino por el dinero, pero sus ojos los puso siempre en mí.

MARTIRIO

Yo no permitiré que lo arrebates. Él se casará con Angustias.

ADELA

Sabes mejor que yo que no la quiere.

MARTIRIO

Lo sé.

ADELA

Sabes, porque lo has visto, que me quiere a mí.

MARTIRIO

(Despechada)

Sí.

ADELA

(Acercándose)

Me quiere a mí. Me quiere a mí.

MARTIRIO

Clávame un cuchillo si es tu gusto, pero no me lo digas más.

ADELA

Por eso procuras que no vaya con él. No te importa que abrace a la que no quiere; a mí, tampoco. Ya puede estar cien años con Angustias, pero que me abrace a mí se te hace terrible, porque tú lo quieres también, lo quieres.

MARTIRIO

(Dramática)

¡Sí! Déjame decirlo con la cabeza fuera de los embozos. ¡Sí! Déjame que el pecho se me rompa como una granada de amargura. ¡Le quiero!

ADELA

(En un arranque y abracándola)

Martirio, Martirio, yo no tengo la culpa.

MARTIRIO

¡No me abraces! No quieras ablandar mis ojos. Mi sangre ya no es la tuya. Aunque quisiera verte como hermana, no te miro ya más que como mujer. (La rechaza.)

ADELA

Aquí no hay ningún remedio. La que tenga que ahogarse que se ahogue. Pepe el Romano es mío. Él me lleva a los juncos de la orilla.

MARTIRIO

¡No será!

ADELA

Ya no aguanto el horror de estos techos después de haber probado el sabor de su boca. Seré lo que él quiera que sea. Todo el pueblo contra mí, quemándome con sus dedos de lumbre, perseguida por los que dicen que son decentes, y me pondré la corona de espinas que tienen las que son queridas de algún hombre casado.

MARTIRIO

¡Calla!

ADELA

Sí. Sí. (En voz baja.) Vamos a dormir, vamos a dejar que se case con Angustias, ya no me importa, pero yo me iré a una casita sola donde él me verá cuando quiera, cuando le venga en gana.

MARTIRIO

Eso no pasará mientras yo tenga una gota de sangre en el cuerpo.

ADELA

No a ti, que eres débil; a un caballo encabritado soy capaz de poner de rodillas con la fuerza de mi dedo meñique.

MARTIRIO

No levantes esa voz que me irrita. Tengo el corazón lleno de una fuerza tan mala, que, sin quererlo yo, a mí misma me ahoga.

ADELA

Nos enseñan a querer a las hermanas. Dios me ha debido dejar sola en medio de la oscuridad, porque te veo como si no te hubiera visto nunca.

(Se oye un silbido y ADELA corre a la puerta, pero MARTIRIO se le pone delante.)

MARTIRIO

¿Dónde vas?

ADELA

¡Quítate de la puerta!

MARTIRIO

¡Pasa si puedes!

ADELA

¡Aparta! (Lucha.)

MARTIRIO

(A voces)

¡Madre, madre!

(Aparece BERNARDA. Sale en enaguas, con un mantón negro.)

BERNARDA

Quietas, quietas. ¡Qué pobreza la mía, no poder tener un rayo entre los dedos!

MARTIRIO

(Señalando a ADELA)

¡Estaba con él! ¡Mira esas enaguas llenas de paja de trigo!

BERNARDA

¡Ésa es la cama de las mal nacidas! (Se dirige furiosa hacia ADELA.)

ADELA

(Haciéndole frente)

¡Aquí se acabaron las voces de presidio! (ADELA arrebata un bastón a su madre y lo parte en dos.) Esto hago yo con la vara de la dominadora. No dé un paso más. En mí no manda nadie más que Pepe.

MAGDALENA

(Saliendo)

¡Adela!

(Salen LA PONCIA y ANGUSTIAS.)

ADELA

Yo soy su mujer. (A ANGUSTIAS.) Entérate tú y ve al corral a decírselo. Él dominará toda esta casa. Ahí fuera está, respirando como si fuera un león.

ANGUSTIAS

¡Dios mío!

BERNARDA

¡La escopeta! ¿Dónde está la escopeta? (Sale corriendo.)

(Sale detrás MARTIRIO. Aparece AMELIA por el fondo, que mira aterrada con la cabeza sobre la pared.)

ADELA

¡Nadie podrá conmigo! (Va a salir.)

ANGUSTIAS

(Sujetándola)

De aquí no sales tú con tu cuerpo en triunfo. ¡Ladrona! ¡Deshonra de nuestra casa!

MAGDALENA

¡Déjala que se vaya donde no la veamos nunca más!

(Suena un disparo.)

BERNARDA

(Entrando)

Atrévete a buscarlo ahora.

MARTIRIO

(Entrando)

Se acabó Pepe el Romano.

ADELA

¡Pepe! ¡Dios mío! ¡Pepe! (Sale corriendo.)

LA PONCIA

¿Pero lo habéis matado?

MARTIRIO

No. Salió corriendo en su jaca.

BERNARDA

No fue culpa mía. Una mujer no sabe apuntar.

MAGDALENA

¿Por qué lo has dicho entonces?

MARTIRIO

¡Por ella! Hubiera volcado un río de sangre sobre su cabeza.

LA PONCIA

Maldita.

MAGDALENA

¡Endemoniada!

BERNARDA

Aunque es mejor así. (Suena un golpe.) ¡Adela, Adela!

LA PONCIA

(En la puerta)

¡Abre!

BERNARDA

Abre. No creas que los muros defienden de la vergüenza.

CRIADA

(Entrando)

¡Se han levantado los vecinos!

BERNARDA

(En voz baja como un rugido)

¡Abre, porque echaré abajo la puerta! (Pausa. Todo queda en silencia.) ¡Adela! (Se retira de la puerta.) ¡Trae un martillo! (LA PONCIA da un empujón y entra. Al entrar da un grito y sale.) ¿Qué?

LA PONCIA

(Se lleva las manos al cuello)

¡Nunca tengamos ese fin!

(Las HERMANAS se echan hacia atrás. La CRIADA se santigua. BERNARDA da un grito y avanza.)

LA PONCIA

¡No entres!

BERNARDA

No. ¡Yo no! Pepe, tú irás corriendo vivo por lo oscuro de las alamedas, pero otro día caerás. ¡Descolgarla! ¡Mi hija ha muerto virgen! Llevadla a su cuarto y vestirla como una doncella. ¡Nadie diga nada! Ella ha muerto virgen. Avisad que al amanecer den dos clamores las campanas.

MARTIRIO

Dichosa ella mil veces que lo pudo tener.

BERNARDA

Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara. ¡Silencio! (A otra HIJA.) ¡A callar he dicho! (A otra HIJA.) ¡Las lágrimas cuando estés sola! Nos hundiremos todas en un mar de luto. Ella, la hija menor de Bernarda Alba, ha muerto la virgen. ¿Me habéis oído? ¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!

Telón

(Día viernes 19 de junio de 1936)

 

FIN DE «LA CASA DE BERNARDA ALBA»

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